México ha perdido tiempo valioso para el cumplimiento óptimo y honesto de los compromisos nacionales e internacionales para aumentar la participación de las energías libres de contaminantes.
Este año México debe acreditar con la meta de generar el 35% de la energía que consume mediante fuentes de energía limpia, de acuerdo con los compromisos que adquirió y reafirmó en la Ley de Transición Energética, la Ley General de Cambio Climático y el Acuerdo de París.
El Programa Nacional de Desarrollo del Sistema Eléctrico Nacional (Prodesen) establece que, hasta 2022, México producía el 31.2% de su energía (106 mil 171 gigawatts-hora –GWh–) con “fuentes limpias” y lo pongo entre comillas porque el órgano regulador decidió incluir como energía limpia a la producida con el calor residual de sistemas donde se haya usado un combustible fósil.
Todos los combustibles de origen fósil como el diesel, carbón o combustóleo que sirven para producir electricidad no están libres del pecado de emitir CO2, así que la energía derivada del calor residual de esas fuentes no tendría que aparecer en la matriz de fuentes libres de emisiones contaminantes.
Al respecto, el Instituto Mexicano de la Competitividad (IMC) señaló en un estudio que “cambiar la regulación no cambia la realidad. La realidad es una: México no ha incrementado su capacidad de generación renovable al ritmo que las tendencias mundiales y sus compromisos lo demandan”.
La Agencia Internacional de Energía estableció en el Latin America Energy Outlook 2023, que Latinoamérica tendrá un crecimiento de 1.5% anual en la demanda final de energía en los próximos años mientras que, a nivel global, esta crecerá 0.7% hacia el 2030.
De acuerdo con Francisco Ripoll, director de Operaciones de Naturgy México, la oferta interna de energía primaria tiene una composición de 50% del gas natural y de 34% de los productos petrolíferos, lo que hace que se tenga enfrente una transición más compleja. A partir de esta situación, en principio, debemos modificar la manera en la que se está generando la energía, es decir, disminuir el uso de los combustibles más contaminantes para transitar poco a poco a la generación a través de fuentes renovables.
Asegura que el gas natural es el energético esencial para lograrlo, no solo porque es un combustible más limpio, seguro y competitivo, sino porque también es el más utilizado en las tecnologías de respaldo ante la intermitencia que presentan las renovables.
El incremento en las expectativas de la demanda de energía responde a las estimaciones sobre el desarrollo económico previsto para México, por lo tanto se hace necesario avanzar en la transición energética con el combustible más óptimo que es el gas natural, pero acelerar el paso en el desarrollo de las energías renovables para aprovechar las ventajas competitivas que tiene el país con disponibilidad de grandes velocidades de viento y radiación solar.
El tema fundamental para México es todo este tiempo perdido para el cumplimiento óptimo y honesto de los compromisos nacionales e internacionales para aumentar la participación de las energías libres de contaminantes.